A 49 AÑOS DE MI ARRESTO. GRACIAS A DIOS NO TRIUNFÓ LA REVOLUCIÓN CASTRISTA EN URUGUAY.

 Hoy 13 de setiembre de 2021,cuando ya tengo 70 años y meses, hace 49 años que fui arrestado por el ejército, encapuchado y conducido al cuartel del sexto de caballería, cuando tenía 21. Sería el comienzo de tres años en los que estuve prisionero también en Punta Rieles, cuando aún era para hombres, en el Establecimiento Militar de Reclusión No. 1, más conocido como Penal de Libertad,  y (creo) en el noveno de caballería. 

Si hubiera triunfado la revolución castrista que buscábamos los  comunistas del aparato armado y de inteligencia del PCU (la orquesta roja) y los tupamaros del MLN, hoy estaríamos en una dictadura de medio siglo como la de Cuba, en la que muchos habrían sido fusilados, encarcelados y desterrados. Viviríamos en la miseria solo soñando poder emigrar hacia algún lugar capitalista. Con nuestros niños adoctrinados diariamente en los centros de enseñanza. Con vigilancia a los vecinos en cada barrio. 

Así narré la detención en "Los hombres grises"

 http://loshombresgrises.blogspot.com/2007/11/los-hombres-grises.html

"CAPITULO 9

LA DETENCIÓN

Cuando salí de mi dormitorio había una hilera de soldados con fusiles en la mano a lo largo del patio y en la escalera que va hacia el altillo. Mi madre estaba frente a ellos y llorando decia : “Mi hijo, lo van a martirizar”. Los soldados se veían incómodos ante esta afirmación reiterada una y otra vez. Mi padre estaba detrás de ella, y mi esposa detrás de mí, pálida como una sábana. Pedí para ir al baño. Un soldado me acompañó y observó atentamente el inodoro mientras orinaba. Seguramente para que no destruyera documentación. Mi padre me dio su sobretodo marrón (hacía mucho frio). Salí al corredor, y a lo largo de él hasta la calle había más soldados. En la puerta estaban dos camionetas y un camión. Meses más tarde sabría que uno de los “soldados” con capote y casco que estaban en la camioneta era Jorge Seines,que había sido llevado para que señalara mi casa, vestido así por una posible emboscada tupamara. Entré a la otra camioneta y me pusieron una capucha que no me abandonaría en los meses siguientes. Entonces no lo sabía, pero el presentimiento de un destino incierto y peligroso hizo que mis rodillas empezaran a temblar sin poder controlarlas. Mis custodios rieron al verlo. La camioneta anduvo lo que me pareció un trayecto larguísimo. Horas y horas. Al fin entró en un lugar en el que se sentían voces de mando y pisadas de botas. Me hicieron bajar y empecé un largo trayecto en el que me hacían doblar a izquierda y derecha y agacharme, obviamente para desorientarme. Entré a una habitación en la que sentí que había otras personas paradas al lado mío. Me hicieron quedar ahí un rato, y detrás nuestro algún militar jugaba incesantemente con el cerrojo de su arma, lo cual obviamente nos ponía nerviosos.Les preguntaron a dos o tres que estaban junto a mí sus nombres y uno era mi compañero Carlos Percovich. De nuevo me sacaron y me llevaron de aquí para allá, hasta que entré a un lugar en el que había gente, y una voz ronca me dijo : “ Hola, Ismael”.

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